domingo, 9 de octubre de 2011

Fuego Cruzado II

Foreword

Después de esa masiva redundancia y bizárramente bélica cursilería, he aquí la segunda parte.



Fuego Cruzado II


Y tú, vida mía, sé que librarás todas las balas; y ni todo el plomo que descienda sobre ti podrá jamás acabar con tu lucha. Eres así de buena.


— ¡Águila! —escuché decir a alguien. Me saqué la Falcon de la espalda y apunté hacia el dueño de aquella voz, incluso antes de abrir los ojos.

— ¡Tranquilo, hombre! ¡Soy yo! —Aquella figura borrosa resultó ser la de Pedro.

Afuera del camión ya era de día, aunque la abundancia del follaje de los árboles que rodeaban aquel claro bloqueaba la entrada de luz solar. Mis acompañantes ya habían bajado y se encontraban hincados en el suelo, preparando sus armas.

— ¡¿Vas a dejarme de apuntar o qué?! ¡Levántate, pues! ¡Que hoy sí cazamos a los Dragones!

La Falcon de vuelta a su funda y trato de despejar mi mente.


Eres mi heroína


Fast Forward. Desde aquella última noche en la que fuiste mía, hasta despertar en paranoia en la parte trasera de un camión, en el húmedo corazón del Amazonas.


— Todavía te ves dormido, mi buen. Pídele agua a los muchachos de ahí para que te eches un poco en la cara.

— ¿Y el otro camión? —le pregunté. Si Guillermo venía con nosotros, completar el trabajo me hubiera resultado insoportable. Ya bastante era saber que todo este asunto había sido su culpa: lo del campamento de Víctor, el que nos encontraran, la toma de Radio Guerrilla, y ahora esa muchacha. Después de tantos errores, él no tenía que ir a un psicólogo para saber que no había hecho nada bien últimamente.

— El otro MAN se dio la vuelta hace seis kilómetros... —hizo una pausa para sacar un encendedor de las muchas bolsitas de su chaleco y prenderse un cigarro— Y tu amigo... —fumó, y sacó el aire con un soplido medio lento— ...tu amigo y Vicente van a intentar hacer que no despegue el Blak Joc. —dijo sin mucha prisa, volviendo a fumar ocasionalmente—  A ver si se les hace y logran rescatar a aquella señorita...


Vivir sin ti es morir un poco cada día.


Ja —traté de reír para mis adentros, diciéndolo sin ánimo alguno. Odiaba cuando las navidades pasadas se colaban a la realidad.

— Y a nosotros, Aguilín —volvió a darle una buena inhalada a su cigarro, como si fuera el último—  ...nos toca la parte fea. Parar el convoy de los Dragones que van por tierra. Avanzar a pie y cerrar la trampa.


Y yo, no sé si veré el día de mañana


— ¡Pero venga, pues! Te ayudo a levantarte.

Le agradezco, al tiempo que me agarro de su brazo para incorporarme.

Sabía, por supuesto, que aquello de la trampa era meramente un decir. Seguramente debíamos apostarnos en algún punto, no dejar que nadie saliera y resistir el embate del grueso de los destacamentos de Dragones hasta que se rindieran o no quedara ni uno.

Un brinco hacia afuera y estoy en el suelo. Del radio de Pedro, colgado en su hombro, sale una voz hueca.

— ¡¡Muchachos!! ¡Tienen compañía! ¡Tres caballeros por el suroeste a cuatro minutos!

Era bueno saber que Radio Guerrilla estaba de vuelta en operación. No era tan bueno saber que tres Humvees armadas venían hacia nosotros.



*    *    *



Aquel viaje en camión me había dado tiempo para pensar. A través de la ventana del acompañante, trataba de recordar su fotografía. El recuerdo de un recuerdo. Un ícono de la primera y última vez que la vería. Pensando que la he conocido ya en tantas otras realidades. En todas, salvo en esta. Y pensar que lo único que había hecho bien por ella hasta ahora había sido conservar su foto, para hacerla sufrir ahora de esta manera. De todo lo que pudo salir mal...

— No se preocupe, señor Guillermo. Ella debe estar bien —comenzó Vicente, al volante del camión— La necesitan viva si han de conducirnos a su trampa —dijo mientras viraba fuera del camino principal, separándonos de los demás.

Yo no dije nada, y así el silencio volvió a la cabina. Y, como mi esperanza, se veían despuntando unos cuantos rayos de sol a través del gris intenso de las nubes. El monótono rechinar de los limpiavidrios y la lluvia sobre el techo no hacían nada más que ponerme más nervioso. ¿Cómo explicarle cómo es que terminó en medio de la selva? Salvarla. Sobrevivir al ataque. Llegar a tiempo. Recorriendo el plan en reversa. No había atajos.



*    *    *



Aquellos costales apilados servirían para cubrirnos tanto de las HMMWV por el suroeste, como de los Dragones a pie por el noreste; pero no de ambos al mismo tiempo.

Escuchamos el sonido de los motores acercándose sobre el camino. Nos apostamos sobre la barricada con los rifles listos, esperando a los "caballeros". Las Recon, encontrándose con nuestra barrera improvisada, bien pudieron arrollarnos y pasar de largo, pero se detuvieron a unos metros de la línea de defensa. No había nadie al mando de las ametralladoras; y entonces noté también que no estaban camufladas como las Iguanas de los Dragones, sino más bien eran de un verde militar olivo... muy estándar y conocido.

El piloto de la primera bajó con una bandera blanca (o bien pudo haber sido un trapo) levantada con su brazo derecho. Otro soldado bajó por la puerta contraria, apuntando presto hacia nosotros en caso de que todo se fuera al carajo. Reconocí al instante aquella fea arma que portaba.

— En nombre del Ejército Mexicano y la Defensa Nacional, a través de las Fuerzas Especiales, solicitamos pacíficamente la entrega del sicario Juan Carlos "El Águila" Pérez. —o eso fue lo que creímos escucharle con su remedo de tono marcial. Yo me enojé bastante por la inclusión del artículo "El" en mi sobrenombre. Me incorporé y salté la barricada, apuntando con la M16 que traía, como siempre, colgada a la espalda.

— Lo siento, caballeros, pero el Águila jamás será enjaulado —por desgracia no captarían el triple juego de palabras.

— ¿A quién quieres engañar, Juan Carlos? Todos sabemos que no tienes munición en el cargador. —dijo la voz de una fémina. Se abrió la puerta del acompañante de una de las Humvees y salió. Ella.


¿Y si algún día nuestras miras se cruzaran?


Sin palabras, inmóvil. Los guerrillas no sabían si aquellos eran amigos o enemigos. (Y en realidad yo tampoco). Los soldados ya no estaban tan seguros de si era yo capaz de abrirles fuego con la M. Las exclamaciones a través de los radios provenientes de Radio Guerrilla indicaban que ellos no estaban seguros de si seguíamos con vida. Sólo ella estaba segura de que, pronunciando mal mi nombre, me haría salir del escondite sin más ni más.

Una mirada a sus ojos de gato. Grandes, diciendo tantas cosas, reclamando tantas otras. Todos los años, los recuerdos, todo lo que no dijimos y todo lo que no vivimos me golpeó con esa mirada.

— Arréstenlo —dijo Vanessa, sin moverse siquiera. Ambos soldados corrieron hacia mí.


Y sólo estamos tú y yo en este fuego cruzado.


— ¡¡Fuego, fuego, fuego!! —gritó Pedro.

Un guerrilla me tacleó de vuelta hacia el cubierto de la barricada; entonces se desató el primer infierno. Aquel guerrilla era Pedro de nuevo.

— ¡No podemos quedarnos aquí! ¡¡Los Dragones seguramente ya escucharon todo este jaleo!! —gritó sobre el ruido de los rifles (y los gritos de los soldados mexicanos del otro lado de los costales).— ¡¡Tenemos que avanzar por fueras del camino y emboscarlos como podamos!!

Asentí con la cabeza. Señalé a tres de los nuestros para que nos siguieran. Esperaba que cinco pudieran contra los tres caballeros.

— ¡¡Toma!! —gritó Pedro, mientras me daba una Kalashnikova ¡¡Buena hora para descubrir que ya no tenías balas, cabrón!!

— ¡¡Esta chingadera es meramente decorativa!! —grité, refiriéndome a la M y con una sonrisa de agradecimiento. Al instante, comenzaron a escucharse las ametralladoras de las Humvees, y así, dejando a los mexicanos y a la tormenta de mi pasado detrás, corrimos hacia el helipuerto, donde parecía que el combate ya había comenzado.



*    *    *


Llegamos al fin. Los Dragones nos rodearon y nos obligaron a bajar del camión. Nos quitaron los rifles, pero no así mi .45. A punta de espada, nos condujeron colina arriba hacia el helipuerto, donde esperaba un Halcón Negro.


— ¡Bien hecho, comandante Vicente! Pero la próxima vez considere un caballo de madera. —revelándose desde atras del halcón, el responsable de aquel mal chiste. El mismísimo Manolo.

Y ahí, parada, con la misma ropa con la que fue secuestrada, inmóvil, junto al helicóptero y con la mirada al vacío estaba ella.


09-10-2011

About

  • Es de las pocas entradas que he escrito ipso facto (osea que la acabo de escribir y la posteo, con riesgo de errores de semántica, gramática, ortografía y sentido común). 
  • Sí, lo sé. Los diálogos folk no son lo mío.
  • Tampoco lo es Águila hablando en primera persona.
  • Ni Guillermo, porque parecen la misma persona narrando :(



Fun Facts

¿Puedes (y quieres) citar el juego de palabras que no captarían los soldados mexicanos?

(En realidad no se me ocurrió nada para esta sección).



2 comentarios:

  1. mjajajajaja me acabo de dar cuenta en el comentario anterior de que tu personaje principal se llama Guillermo Juan Carlos Aguila mjajajaja

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  2. wtf? D:
    Guillermo y Juan Carlos son personas distintas u_u, también Diana y Vanessa.

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