martes, 5 de febrero de 2019

Limbo en Loop


— Llévame a mi casa.


Sentada, en el asiento del copilóto del Volkswagen Type 1; cruzando los brazos en un movimiento. De repente, el enojo, la frustación, el miedo y parte del estrés postraumático se convertían en determinación. Casi no reconozco su voz al imperativo de su última frase.

— ¿Y que sepan dónde vives?  —contesto en automático— No quiero arriesg...

— ¡Ya saben dónde trabajo! —me interrumpe bruscamente— ¡¡Y ya saben dónde vivo!! —Su vocecita crecía a intervalos furiosos- ¡¡Por si no lo recuerdas, fui secuestrada!! ¡Déjame bajar en cualquier esquina, entonces!

— ¡¿... qué?!

— No me mataron antes y, de pronto, ¡¿ahora vienen a matarme?! ¡Apuesto mi vida a que es a ti es a quien buscan! —exclamó, clavando de pronto sus ojos gigantes en mí—. Me la apuesto, literalmente.

Es verdad. Los Dragones no habían encontrado mi Vocho, abandonado estocásticamente en alguna calle de la ciudad más grande del mundo. La habían encontrado a ella. Otra vez. Y por mi culpa. Siempre por mi gran culpa.

Casual. Haciendo una escena en el carro, afuera de su trabajo. Y luego la revelación, como golpe en el estómago, que casi me hace vomitar la poca comida que apenas llevaba en el día:

  • El departamento
  • El empleo
  • El Volkwsagen
  • Paz mental
  • Diana

Había estado tratando de tachar una lista genérica de "cosas" que debía tener. Los requisitos mínimos para la normalidad; y algo más. Fijándome sólo en obtenerlas, negando inconscientemente la realidad que se había cernido sobre mí. Y, por mi culpa, (por mi gran culpa,) también sobre personas inocentes.

La conmoción ya familiar vuelve como un rayo.
Instantánea. No alcanzo a distinguir nada.
Pero sé que he vivido mil vidas en un segundo
Siento el acto-reflejo del vómito en mi estómago.
Una gran contracción involuntaria.
Se encogen mis hombros, mi espalda.
Los siento moverse pero no pasa nada.

Un parpadeo, y Diana está sentada a mi lado en el Vocho.
¿Fast forward, o reset?
Su perfil angelical de siempre. La ira ha desaparecido de su rostro.
Como si nada hubiera pasado. ¿Acaso pasó?
Quiero acercarme a saludarla con un beso, pero mis manos no se despegan del volante.
Paralizado. Ni siquiera mi cuello obedece para voltear a verla.


Vacío en el estómago.
Escalofríos.
Estoy congelado.


¿Déjà vu?



Se hizo de noche.
El Type 1 sobre una avenida.
El acelerador está a fondo pero nada se mueve.
¿Qué carajos está pasando?

Los faros de niebla prendidos, pero no iluminan nada más.
Obscuridad perpetua e infinita delante.
Las ventanas abajo, ¿o los vidrios están rotos?

Rápidamente siento el frío del aire nocturno, haciéndome apretar los dientes y entrecerrar los ojos.
Pero el viento no fluye.
Y la sensación de fuerza no está.
¿Se ha ido la fuerza...? ¿O se han ido mis dientes...?


De repente, ya puedo voltear hacia ella.
Sólo mi cuello al fin obedece.
Mis ojos buscando los suyos.


— Guillermo, Guillermo... ¿Eres acaso tan ciego... o tan idiota?


Un tono condescendiente que no había escuchado en lo relativamente poco que llevamos de conocernos.
Es un enojo pacífico.
Diferente.
Otra vez frustración convertida en algo más.


Y yo, ¿qué hice?
¿Acaso fue llegar en el Vocho con esa actitud de Don Juan...?
¿Eso realmente sucedió?
Correr en círculos amnésicos parece inútil.


— Mírame bien. Estoy a punto de desaparecer para siempre de tu vida. Y no porque yo quiera.



Voltea de pronto hacia el frente, entrecerrando los ojos para pensar la siguiente oración. Uno de sus tics más adorables. De pronto, el parabrisas se hace añicos. Ella parece inmutable.


— Bueno, talvez sí quisiera. Pero no así...



Bajando la mirada un instante, y luego al frente otra vez mientras continúa.


— ¿Sabes que hay que ser el mayor imbécil de todos...


Voltea con ese enojo tranquilo. Esa determinación, apoyada por el hecho de tener la razón. La moraleja que supo desde el principio.


— ... para creer que todo gira alrededor tuyo? Preocuparse por pendejadas y dejar que a lo verdaderamente importante se lo cargue la chingada.



¿Acaso esto ya sucedió?
¿... sucedió realmente?
¿O está a punto de suceder?
(otra vez)


— Memo...


Comienza de nuevo, leyendo mi mente.


— Ya sabes que esto no sucedió.


Deja de hablar y tengo su mirada todavía clavada en mí. La escucho con claridad en mi mente.


«Está sucediendo»

«Dentro de ti»

«Y seguirá sucediendo»


Deja escapar por un instante una ligera sonrisa, no por eso menos sincera:


«oJaLÁ»


De pronto, con la prisa y el ánimo de alguien que ya lo ha ensayado, se acomoda en el asiento, (des)acomodándose la blusa para lucir descuadrada. De pronto, la telepatía se esfuma y usa los labios otra vez.


— Sólo por curiosidad...



Se vuelve a acomodar a movimientos rápidos, alborotándose el cabello con las manos y tres o cuatro sacudidas de cabeza. Caos premeditado


¿Cuántas veces soportarías verme morir?


Estira su mano, lentamente, hacia el stereo y, con un ligero toque, lo hace estallar en cámara lenta.
Cero gravedad en slowmotion.
Las frecuencias graves del sonido llegan con retraso a mis oídos.
Ella, contemplando las partículas suspendidas en el aire.
Jugando con ellas.
Combinando con el frizz de su cabello cargado por un aire eléctrico.
Caótica armonía.


Su mirada otra vez en mí. Las partículas del stereo se diseminan por el carro. Transformándose en otras de rellenos de asiento, vidrios rotos y tapicería.


«Ya estás aquí, aunque no quieras»

«...y no hay mucho qué hacer»

«Mátate. Bésame»

«Trata de detenerlo todo»

«No hay caso»

«No recordarás nada de esto y al final nada importa»

«Y, ¿acaso no es así la vida?»



«Lo sabrías más tú que yo. O eso pareces creer»

«Mientras estemos aquí, no hay certeza de quién está vivo y quién está muerto»


Una bala se materializa casi junto a su cabeza, rompiendo su cinturón de seguridad desde atras, atravesando después el inexistente parabrisas delantero, y desapareciendo en la oscuridad frente al Escarabajo.

Se acerca hacia mí. A un beso de distancia. Si tan sólo pudiera moverme... Y luego, con la voz más dulce del mundo:


—  Llévame aquí


Un ademán por agarrar mi pecho.


A un centímetro de distancia. Un toque de su mano y mi corazón estalla.


Toda la pólvora de aquella noche implotando y explotando dentro de mí en una conmoción eléctrica que devuelve el fluir del tiempo con una sacudida sísmica, llevando al sedán a una volcadura que se proyecta fractalmente hacía la vacía obscuridad del infinito.




*    *    *



— ¡¡No reacciona, doctor!!



*    *    *



El sol de un medio día de verano caía sobre la ciudad. Parado en la banqueta, recargado en la puerta del copiloto del VW Type 1, estacionado en la calle Castilla Oriente, Azcapotzalco. El brazo izquierdo cruzado y un vaso de agua de horchata en el otro. La veo salir del edificio y la saludo a la distancia, al otro lado de la calle. Queda petrificada al verme.

Finalmente la convenzo de subir de mala gana al Vocho. Enciendo el motor y, acto seguido, sólo cruza los brazos y lanza una orden seca.

— Llévame a mi casa.




01-01-2018